Transcripción
de la página 2 del periódico del número correspondiente
al domingo 23 de Agosto de 1936
Información de los frentes.
Cómo fué detenida en Medellín una columna
motorizada rebelde
Trataba de
acercarse a Castilla y la magnífica entereza de las fuerzas que defendían el
pueblo y la aviación dislocaron la columna.-Brava conducta del camarada
Federico Angulo
El enviado especial de “El Socialista”, Gutiérrez de Miguel,
envía a su periódico la siguiente interesante información del frente extremeño:
“La resistencia opuesta por el grupo de milicias que
manda nuestro camarada Federico Angulo, redactor político de “El
Socialista”, vanguardia de la columna que opera en Don Benito, permitió el
lunes a la aviación destrozar una de las columnas motorizadas más fuertes
preparadas por los rebeldes.
A las cinco de la mañana del lunes se tuvo la primera
noticia de que una columna facciosa, compuesta por dos centenares de camiones y
varios coches ligeros, avanzaba por la carretera general de Extremadura a Madrid
sin que las referencias recibidas concretaran los objetivos.
El teniente coronel Navarro, que se había hecho cargo del
mando de las fuerzas a las diez y media de la noche, hora en que llegó a Don
Benito procedente de Madrid, organizó la defensa, al habla con los comandantes
Muñiz y Paraondo, destacado este último en Medellín, como jefe de todas las
fuerzas de aquel frente.
Con la diligencia precisa se movilizaron todos los efectivos del
sector, con objeto de oponerse a los designios del adversario tan pronto como éste
los concretara.
Medellín está situado a ocho kilómetros de Don Benito, en línea
recta hacia el interior de la región extremeña. De la carretera general parte
un ramal en perpendicular, que, después de describir una curva que
envuelve los corros de Remondo y Perolito, entra en línea recta en Medellín,
salvando el Guadiana por un puente de más de medio kilómetro.
En la curva de la carretera está situado el pueblecito de
Santa Amalia. Los dos cerros tapan la carretera principal y el trozo que arranca
de ella con dirección a Medellín, pero, respecto a este pueblo, son de un gran
valor estratégico, puesto que encierran la carretera en la recta que, pasando
por el pueblo, conduce directamente a Don Benito.
Fotografía
del Frente de Medellín (1937). (Fotog. A. Pesini, 1937; col. particular)
Avanzada del caserío es un viejo castillo en perfecta
conservación, donde nuestro camarada Angulo tenía destacada una sección de
sus milicias y una sección de la Guardia civil.
El resto de las fuerzas se parapetó, defendiendo la entrada
del puente y buena parte en la retaguardia, trae un parapeto de piedra que
bordea el río por el pueblo.
Sobre las siete de la mañana un vivísimo tiroteo advirtió
que el enemigo, que desde luego avanzaba hacia Medellín, había establecido
contacto con las avanzadas leales destacadas en el pueblecito de Santa Amalia.
El contingente de rebeldes era tan crecido numéricamente y tan importantes los
elementos de guerra puestos en juego, que la pequeña guarnición de Santa
Amalia, después de resistir con gran denuedo el primer contacto con el enemigo,
ordenó la evacuación hacia Medellín, llevando por delante la población civil
que entró en Medellín con perfecto orden. La guarnición de Santa Amalia se
replegó entonces. Resistieron tanto, que nuestros bravos milicianos y la
Guardia civil que formaban el pequeño destacamento ganaron la recta que da a
Medellín, venían tan cerca de ellos las vanguardias rebeldes, que nuestras
fuerzas no pudieron hacer fuego. El momento fue de una emoción indescriptible,
pues se corría el riesgo de que los heroicos defensores de Santa Amalia fueran
arrollados y los rebeldes entraran en Medellín.
Afortunadamente, la colocación de las dos piezas de artillería
con que se contaba, con unos disparos precisos, pudieron llevar el pánico a la
vanguardia rebelde, que se paró un momento, lo suficiente para que los
defensores de Santa Amalia se despegaran y ganaran el puente, tomando posiciones
en las guerrillas más adelantadas.
Inmediatamente, nuestros camaradas, mandados en la
vanguardia por nuestro compañero Angulo, situado a la entrada del puente, y por
el comandante Faraondo, que llevaba la dirección del combate en todo el sector,
abrieron un fuego nutridísimo, apoyados por dos tanques, situado uno a la
entrada del puente desde el pueblo y el otro más adelantado.
La vanguardia enemiga avanzó, ocupando siete camiones, los
tres primeros de la matrícula de Sevilla, nuevos, y los restantes de la de
Badajoz. Los primeros camiones se destacaron del grupo protegidos por una
ametralladora colocada sobre un coche ligero, mientras que de los restantes se
tiraban sus ocupantes, que trataron de tomar posiciones en la orilla opuesta del
río. El fuego de fusil de los camaradas que ocupaban el castillo batía un poco
de través las guerrillas enemigas que no encontraban posiciones firmes donde
parapetarse. Los cerros de Remondo y Perolito [Pirulito], objetivo táctico de los
rebeldes, se les hicieron imposibles desde el primer momento por nuestra
artillería, que los neutralizó con disparos magníficos.
Al mismo tiempo, con fuego por elevación sobre la curva de
la carretera, impidió que avanzaran nuevos refuerzos de la columna principal.
El grupo de Aviación de vigilancia en el sector, descubrió
en sus primeros vuelos el grueso total de la columna y avisó su importancia.
Inmediatamente se dio cuenta de ello a Madrid para que
enviara un contingente de aviación lo suficientemente eficaz para anularlo. Los
momentos eran decisivos, pues si los defensores de Medellín no podían resistir
el empuje de los atacantes, la aviación no tendría tiempo de llegar y la toma
de Don Benito hubiera sido inevitable. Pero el tesón de nuestros milicianos, y
decimos nuestros porque pertenecen al Grupo mixto de “El Socialista”; el
ardor de nuestro camarada Angulo y las dotes de mando del comandante Faraondo,
que supo utilizar con la máxima eficacia la pericia combativa de las fuerzas de
la Guardia civil a sus órdenes y de una sección de Asalto, realizaron la
empresa heroica de contener el avance de la columna que venía a tomar Don
Benito, y, por consiguiente, detuvieron en la carretera principal el resto de la
columna que, desde luego, se organizó por el enemigo con objetivos más
importantes.
Y los bravos sostuvieron el combate el tiempo necesario, y
llegó la aviación. El efecto fue fulminante. A la media hora ardían las
vertientes opuestas de Remondo y Perolito, y las columnas de humo se enlazaban
con las que denotaban incendios del lado de la carretera principal. Al mismo
tiempo, la artillería, situada en Medellín, batía las fuerzas que trataban de
reforzar las líneas y que, por lo desordenado de sus movimientos, se veía que
habían abandonado el núcleo principal de la columna y escapaban a la
desbandada. Los nuestros seguían haciendo intensísimo fuego. El enemigo dejó
de tirar, y en franca huía abandonó todo el material que había adelantado
hacia Medellín y del cual se incautaron nuestras Milicias en un avance
realizado con gran decisión. Los camiones fueron traídos a nuestras líneas por
el guardia civil Leonardo Serrano Muñoz; Manuel Moreno Escribano, miliciano de
Don Benito; José Giraldo Sancho, miliciano de Almendralejo; Enrique Mercado
Fernández, del Grupo mixto de Carranza, y Victoriano Martín Alonso, miliciano
de Castuera.
El avance de los bravos conductores fue protegido por el
sargento Ciriaco López, del Grupo de nuestro compañero Angulo, con varios
milicianos.
En los camiones primeros llevaban los rebeldes viguetas de
hierro, tablones perfectamente cortados, picos, palas, hachas y varias sierras.
Todo nuevo.
En los coches del transporte de tropas se encontraron numerosos objetos de tipo
personal, que indicaban que uno de ellos iba ocupado por algunos moros.
Precisamente en este camión se encontraron muchas litografías sobre cartón,
de la virgen de la Estrella, de los altos de Maimena [Los Santos de Maimona], patrona de
Extremadura [de los Santos de Maimona], hechos en Zaragoza, rosarios y otros objetos religiosos.
En estos coches habían sido abandonados fusiles,
municiones y correajes.
La acción de nuestros aviadores fue tan enérgica que
el fuego estableció una barrera entre los bravos defensores de Medellín y el
enemigo fugitivo. Adquirió tal intensidad que hasta última hora de la tarde no
fue posible ocupar los cerros de Remondo y Perolito, ni reconquistar el
pueblecito de Santa Amalia, que quedó totalmente destruido.
En uno de los coches ligeros se encontró una
maleta en la que había unas cartas geográficas, varias cintas métricas y
algunas órdenes.
Por las indicaciones hechas en los mapas se pudo
reconstruir el propósito del adversario. La intención principal era avanzar
por la carretera hasta donde la falta de resistencia de las fuerzas leales lo
consintiera.
Pero como la posición de Medellín, Don Benito y
Castuera significaba, sobre todo por los dos primeros pueblos, tener amenazada
la retaguardia por el flanco derecho, la columna se detuvo a la altura de Medellín
y destacó los elementos precisos para tomar este pueblo. El material de los dos
primeros camiones hace suponer que el enemigo esperaba encontrar cortado el
puente. Lo que no pudo prover, por lo visto, fué la heroica resistencia de sus
defensores. Frustrado este objetivo secundario, se les frustró también el propósito
total, y la acción enérgica de nuestros aviadores anuló total y
definitivamente uno de los alardes de motorización más intensos de cuantos en
este sector llevan hechos los rebeldes.
Dos detalles demuestran la serenidad con que se llevó
el combate en todo momento: el primero, la contención de fuego hasta que la
población civil de Santa Amalia, y la avanzadilla que la defendía se incorporó
a nuestras líneas. El segundo, la acción vigilante sobre el puente para
volarlo en el momento conveniente.
Con anterioridad se habían realizado los trabajos
necesarios para, en el momento preciso volarlo. Por si no eran suficientes, en
pleno combate se reforzaron y durante todo el tiempo que duró permanecieron los
encargados de realizar la operación con las mechas encendidas. Pero no fué
preciso aplicarlas a la dinamita. Para contener el avance de los rebeldes fué
suficiente el valor sereno de las fuerzas leales y los milicianos.
* * *
A última hora de la tarde, nuestro camarada
Angulo, vendada la mano derecha, vendados los dos brazos y vendada una pierna,
descansaba en una butaca delante de una casa de Medellín. El comandante
Faraondo, militar curtido en Africa, valiente, sereno, nos decía:
- Les aseguro que el capitán Angulo no hace más locuras como la
que ha hecho hoy. En el centro del puente, sin ocultarse un momento, sin
preocuparse del fuego del enemigo. No lo volverá a hacer más.
Angulo, retrepado en la butaca, reía, agradecido al celo casi paternal del
veterano comandante, y nos decía:
- A mí me dan las balas, pero no me hacen daño. Dos disparos me
alcanzaron en Somosierra, y sólo estuve tres días hospitalizado. A doscientos
metros de Mérida, una ráfaga de ametralladora me agujereó el pantalón, me
atravesó la pierna por la pantorrilla y me rozó la rodilla. Otra bala me hirió
en el brazo que me quedaba sano. Lo único que siento es que no podré disparar.
No ha habido manera ni de hospitalizarlo, ni
siquiera de retirarlo.
Así se sirve un ideal.” GIPUZKOA 1936 -
EGUNEZ-EGUN