Juan Solano de Figueroa

      D. Juan Solano de Figueroa y Altamirano, nació en Jaraicejo en 1610. Cursó la carrera eclesiástica. Fue Teólogo, Canónigo Penitenciario y Arcipreste de Medellín (Badajoz). Con este último cargo llegó a la villa de Medellín, sobre 1644, transformado más tarde en el de vicario. En esta Villa permaneció hasta su traslado a Badajoz, dedicándose especialmente a la predicación y a la investigacion histórica.

        Fue un gran predicador, pero sobre todo, un  excelente documentalista, fiable en todo aquello que relata contrastando con la exhaustiva documentación que manejaba. Mas cuidado hemos de tener con sus afirmaciones eruditas -en muchos casos gratuitas- sobre la Antigüedad, cuando no conoce base documental o cuando se deja llevar por sus deseos, o por sus expectativas religiosas de tipo hagiográfico. 

       Con todo, conformó en su época un verdadero “corpus” histórico tras la reconquista a los árabes de la ciudad de Badajoz (1230) y Medellín (1234). Es digno de valorar la extraordinaria bibliografía que don Juan Solano de Figueroa y Altamirano conoció de primera mano. Digno es también de destacarse el brillante estilo literario de nuestro historiador, no exento de poesía en tantas páginas de carácter épico o narrativo, con un sentido clásico de la Historia propiciadora de valores moralizadores.

        Entre sus obras más importantes, podemos citar:"Vida de San Epitacio" (1646), “Historia y Santos de Medellín” (1), “Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz”, , etc. Esta última es su obra de mayor relieve y la más importante. De la primera, a pesar de los defectos ya apuntados, la falta de archivos municipales y parroquiales, hace totalmente necesaria su consulta por los actuales historiadores de estudios metellinenses y extremeños. Don Juan Solano de Figueroa murió en la ciudad de Badajoz en el año 1684.

Biografía extensa...

(1) El día 24 de octubre de 1646 terminaba Solano esta obra, pero no pudo conseguir verla publicada hasta 1650. La Historia y Santos de Medellín tuvo una excelente acogida por los eruditos, no tanto por los Condes de Medellín a quienes estaba dirigida. De hecho la dedicatoria se hace a D. Pedro Portocarrero de Meneses y Noroña, primogénito del VIII conde de Medellín.

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