MEDELLÍN EN LA EDAD CONTEMPORÁNEA:
"La Contemporaneidad entra en Medellín marcada por los efectos dramáticos de la Guerra de la Independencia. Si unos años antes la villa se caracterizaba por una agricultura y ganadería florecientes, después de la Batalla de Medellín, acaecida el 28 de marzo de 1809, la localidad quedó arruinada y desolada. Aparte de las pérdidas demográficas a causa de la guerra y de la huída de gran parte de la población, se destruyó buena parte del patrimonio histórico-artístico, a la vez que se redujo notablemente la capacidad productiva. El endeudamiento de la hacienda local, motivado por las continuas peticiones de suministro por parte del ejército español, junto con las exacciones del francés, unido al empobrecimiento de las economías familiares, sumieron a Medellín a un estado deplorable.
Integrada la localidad desde 1834 en el Partido Judicial de Don Benito, los 1.555 habitantes que tenía a mitad de siglo, en su mayoría dedicados a actividades agropecuarias, no vieron mejorar su situación con la implantación de la reforma agraria liberal que, sin alterar la estructura agraria tradicional, provocó un notable empeoramiento en sus condiciones de vida.
En una zona caracterizada por el fenómeno del adehesamiento y por la notable concentración de la propiedad de la tierra, ni la desvinculación de mayorazgos ni la disolución del régimen señorial tuvieron especial significación. No ocurrió lo mismo con el proceso desamortizador pues, como consecuencia del mismo, un número importante de fincas pasaron del ámbito institucional al privado. Así, la desamortización eclesiástica puso en manos de particulares unas 520 hectáreas, la mayor parte pertenecientes al cabildo de curas de Medellín. La desamortización civil, por su parte, afectó a 1.846 hectáreas pertenecientes al caudal concejil (dehesas como el Pradillo, Ramblazo, Isla Quemada, Remondo o Martín Sancho) que pasaron a engrosar los ya saneados patrimonios de un puñado de nobles absentistas y notables locales. Con mucho esfuerzo, el ayuntamiento pudo mantener la propiedad de la dehesa boyal del Prado, destinada para el mantenimiento de los ganados de los 345 vecinos labradores que a mediados del siglo XIX existían en la villa y que se habían visto despojados de las tierras que anteriormente usufructuaban.
El incremento demográfico de la localidad durante el primer tercio del siglo XX fue muy moderado, alcanzado los 2.041 habitantes al inicio de los años treinta y negativo según el Censo de 1940, cuando la villa contaba con 1.845 habitantes, descenso motivado por los avatares de la Guerra Civil.
La localidad permaneció en poder de la República hasta que fue ocupada por las tropas franquistas el 24 julio de 1938. Situada en primera línea del Frente Extremeño, parte del puente de época barroca fue destrozado y, lo peor, es que medio centenar de vecinos perdieron la vida víctimas de la represión de diferente signo.
La larga posguerra trajo aparejada hambre y miseria. Ante la escasez, muchos vecinos optaron por la emigración y así, durante las décadas de los años cincuenta y sesenta, muchos de ellos se trasladaron a los principales núcleos industriales del país o a países extrenjeros: Bélgica y Alemania, fundamentalmente.
El despegue económico de la villa coincidió con la transformación en regadío de buena parte del término municipal a raíz de la puesta en funcionamiento de los canales de Orellana y del Zújar, convirtiéndose en un importante centro agrícola. Como consecuencia del Plan Badajoz, en su término surgió, en la década de los sesenta, el nuevo pueblo de Yelbes."
© Juan Ángel Ruiz Rodríguez, 2014