S. M. D. Alfonso XII se detiene en Medellín
ALFONSO XII visita Medellín el día 6 de febrero de 1879.
Alfonso XII viaja a Extremadura en Febrero de 1879 con motivo de la inauguración del ferrocarril directo de Madrid a Ciudad Real y Badajoz y su entrevista con el rey D. Luis I de Portugal.
Transcribimos el texto de Fr. Enrique Escribano en el que aparece la crónica que el redactor de La Época, Don Alfredo Escobar, enviara a su periódico y el comentario autógrafo que D. Vicente Barrantes (después de Agosto del 1894) teje en torno al mismo, aclarándolo y corrigiendo algunas inexactitudes. Esta transcripción abarcará sólo los permenores relativos a su visita a Medellín.
Cronista:
"... Desde Badajoz a Mérida fue un viva prolongado. Se perdían los últimos acordes de la Marcha Real y se empezaban a distinguir los de la próxima estación.
Aguardaba a S.M. en la estación un coche, en que tomaron asiento el Rey, el Señor Cánovas del Castillo y el cronista de Extremadura, Señor Barrantes".
Barrantes:
"Larga explicación requiere este párrafo, al cual no se la di yo entonces por no sé qué ocupaciones o disgustos que me abrumaban, pues pude sacar mucho partido de aquel suceso.
El Rey en Badajoz me hizo entrar en su wagón, y en el almuerzo, entre el Montijo y Mérida, sentado a su derecha. Como era tan locuaz me hizo hablar mucho, y como íbamos casi pegados, mi falta de dientes le salpicaba la manga del uniforme, cosa para mí de grandísimo apuro y para él de jolgorio. Estaba completamente ayuno de las antigüedades de Mérida, y le llamaron mucho la atención los libros que yo llevaba a la mano para el caso,..."
Cronista:
"Antes de llegar a Ciudad Real nos detuvimos también en Medellín, patria de Hernán Cortés. Cómo sólo se pudo avisar una hora antes, Medellín no se preparó con banderas y colgaduras, pero salió en masa a la estación a vitorear a S.M."
Barrantes:
" Ya he dicho cómo fue a Medellín el corresponsal de La Correspondencia. Al de La Época, firmante de esta carta, jurara haberle visto en la estación esperando el regreso de S.M. y me lo confirma el que no cuenta de visu lo ocurrido entre el Rey y el cura, que no deja de ser periodicable"·.
Grabado de la época, publicado en La Ilustración Española y Americana. Año XXX, nº VI (Madrid, 15 de Febrero de 1879). El autor parece destacar en primer término la parroquia de San Martín, o quizás del Convento de San Francisco, que en esa fecha ya no existía.
"Viendo que aquel joven tan llano y simpático, aunque poco entendido y entusiasta de lo antiguo, estaba dispuesto siempre a llenar su papel de Rey moderno, me ocurrió en Mérida una idea. Al preguntarme: -- <>, le dije; -- <<No, señor; pero habría dos cosas que hacer, que darían a V.M. en Extremadura grandísima popularidad, por lo mismo que no están en el programa del viaje>>. -- <<¿Cuáles son?>>, me preguntó en seguida, porque si pueden hacerse las hago>>. -- Dos visitas, una a la casa de Hernán Cortés en Medellín, y la otra al famoso monasterio de Guadalupe, cuya virgen es patrona de e ídolo de los extremeños. La primera es fácil, porque vamos a pasar muy cerca y el pueblo tiene estación en el ferrocarril; la segunda requiere mayores preparativos y tiempo, por estar Guadalupe a ocho o diez leguas de la línea>>.
-- <<¿Qué le parecen a V., Cánovas, dijo el Rey, estas ideas de Barrantes?>>. --<>.
-- <> -- <<Tú que dices que es fácil, me increpó Cánovas, ¿podrías arreglarlo?>> -- <>. --<<¿Habrá carruajes en Medellín?>> --<> -- <>
No pareció tan bien a muchos de la comitiva; pero como no hubo tiempo para argüir, pues nos metimos luego en el tren, se contentaron con murmurar hasta Medellín. Yo iba temeroso de que hubiera faltado tiempo; pero al acercarnos a la estación respiré. Se veían venir a campo a través echando venablos por aquellos arenales dos o tres coches más o menos lucidos, carros y bastantes caballerías.
El Rey saltó como un corzo al primer carruaje que hubo a mano, seguido de Cánovas y de algún palaciego, creo que Oñate. Lo que recuerdo mejor es que el noticiero de La Correspondencia, Peris Mencheta, hermano del hoy Obispo de Coria, no se acomodó en el pescante, como dice Escobar, porque venía ocupado por el cochero y el dueño, sino en la capota, tendido y agarrado sabe Dios cómo, lo que nos hizo mucha gracia, así como al Rey, y nos pareció una temeridad, pues al ponerse en movimiento el carruaje oscilaba el hombre como una lámpara. Algún otro ministro como Silvela (Manuel), q.e.p.d.), y otros pocos de la comitiva, se acomodaron como pudieron, sobrando a la postre medios de locomoción, aunque no apetitosos por supuesto.
Mayor número de los que fueron se quedó en la estación (1), cubriendo el expediente con decir que el Rey no había dado tiempo. La tarde estaba nebulosa y fría, y las horas largas de paseos por el andén pusieron a la gente de muy mal humor. Entonces estalló la tormenta contra mí. El Duque de Sexto, coreado por sus parásitos de cámara, se me vino con una furia gritando que mi extremeñismo ridículo había metido al Rey y al Gobierno en un mal paso, que a un muchacho tan temerario y loco (textual), como Don Alfonso, no se le debía aconsejar empresas temerarias, que de lo que menos se acordaba nadie en Extremadura era de Hernán Cortés ni del pueblo donde nació, y por último cuán grande sería mi responsabilidad si ocurría un vuelco, un accidente, un ataque a mano airada, pues ni siquiera se había podido escalonar la Guardia civil en el camino, etc.,etc.
Confieso que este último argumento exagerado y absurdo a toda luz, inspirado más por la adulación que por la fe monárquica, amenguó bastante la inquietud que sentía por lo del vuelco, que en efecto podía ocurrir y aún era verosímil que ocurriera, y a mí no se me había ocurrido; e iba a contestar a Pepe Alcañices, cuando el malogrado Conde de Toreno tomó mi defensa con un calor que le agradecí en el alma. Dijo que en peligros políticos era ridículo pensar que las empresas valientes siempre salen bien, que si los extremeños no se acordaban de Hernán Cortés más agradecerían que el Rey se acordara; y yo me limité ya a decir, que cuando el Gobierno y sobre todo el Presidente había aprobado mi idea no sería tan mala, por lo cual la responsabilidad ya no era mía, y excusada mi defensa, que ni el Rey ni el Gobierno necesitaban.
Sin embargo, estuve en brasas hasta que vi a la caravana volver por el arenal. El Rey, satisfechísimo, gozando con los apuros del pobre cura, única autoridad que había en el pueblo, cuando le dijeron que el Rey se le echaba encima sin decir agua va. Me contó que se le atarugaban las palabras, y acabó por ponerse de rodillas. Pero lo que más le regocijaba era que el pobre Silvela venía a pie, porque el carro en que se metió se había inutilizado a mitad del camino. En efecto, el tren tuvo que esperarle bastante rato y el Ministro de Estado, de frac y corbata, algo panzudo y ya achacoso, llegó el último de todos los rezagados entre los gritos de la concurrencia, incluso Su Majestad, que le acusaba de tener detenido al tren por falta de piernas.
Algo le insinué de lo que había ocurrido con el Duque de Sexto, y me contestó que no hiciera caso, que Él había comprendido la importancia de mi consejo y me lo agradecía, que lo mismo le había dicho Cánovas por el camino.
Y en efecto, cuando en el año 83 se propuso en Consejo de Ministros mi nombramiento de Gobernador Civil para Manila, felicitó calurosamente a Núñez de Arce, según me contaron éste y Sagasta, diciéndoles que tales nombramientos honraban al Gobierno que los hacía. Después, cuando fui a despedirme de El, estuvo tan cariñoso que salió a la antecámara a darme la mano para que no resbalara en el mármol, y llamá a Doña. María Cristina para presentarme a ella. Al hablarle por cortesía de instrucciones, me dijo --<>.
¡Malogrado joven! Era la última vez que nos veíamos"
ESRIBANO, Enrique Fr. -Franciscano- (1941): "Alfonso XII Barrantes". (Apuntes biográficos).
Centro de Estudios Extremeños.
(1) Entre ellos, como se desprende de la narración, el propio Barrantes, debido, tal vez, a la maldita pata de palo. que hubo de llevar, desde 1859, en un accidente de carruaje que pudo costarle la vida.
Grabados de Medellín, Ciudad Real y Badajoz, con motivo de la visita del rey estas ciudades,
y de su entrevista con el rey D. Luis de Portugal.